El Ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación, con fecha 21 de diciembre de 2016, ha dicho en el Congreso que "Irse fuera a vivir, a trabajar, enriquece, abre la mente y fortalece habilidades sociales". "No supone rehuir responsabilidades sino adaptarse a un mundo mejor".
También, respondiendo a la interpelación de Pablo Bustinduy, lo siguiente: "está pintando una visión de los años 60. Actualmente quienes salen fuera muestran una iniciativa, una inquietud, una amplitud de miras, adaptabilidad y apertura a nuevos horizontes".
Estimado señor ministro, estamos de acuerdo en que el panorama no es ni de lejos parecido a la realidad que vivía España a finales de los 60, cuando la mayoría de emigrantes eran trabajadores no cualificados que salían a ganarse el jornal, por ejemplo, a Alemania como albañiles. Se marchaban unos años a "hacer fortuna" para luego volver con los bolsillos más o menos llenos y después de pasar bastantes penurias, que emigrar por trabajo no es cosa baladí.
Hoy en día, sin embargo, la mayoría de españoles en el extranjero se lleva consigo bajo el brazo un título universitario. Aquellos valientes que lo hacen por la experiencia, por conocer el mundo laboral de otros países, por ambición o simplemente por que les da la gana son a los que usted se refiere en su alocución parlamentaria. La indignación mediática tras sus declaraciones radica en que la mayoría de los emigrantes lo han tenido que hacer porque no les ha quedado más remedio.
No les ha quedado más remedio a arquitectos y aparejadores, que empezaron (o estaban cursando) su carrera durante la crisis. Al terminar no hacían falta tantos y tenían la opción de marcharse o trabajar como reponedores en unos grandes almacenes, con todos los respetos a dicho gremio.
No han tenido otra opción enfermeros españoles, muy valorados fuera de nuestras fronteras, que dentro de ellas son ninguneados por la Administración encadenando contratos eventuales año tras año y que no se atreven a pedir una baja en periodo de renovaciones, por ejemplo. Estos normalmente se marchan a Reino Unido.
Tenemos también ingenieros en Francia, Holanda y Luxemburgo cobrando sueldos mucho más acordes a su nivel profesional que los que se quedan en España.
O podemos contar a todos los científicos que o bien se han marchado para poder ejercer, ya que aquí la investigación brilla por su ausencia, o bien trabajan en España como becarios, doctorado incluido. Al Gobierno se le llena la boca dando los resultados de ocupación hostelera en agosto y comentando con alegría que los pisos ya están volviendo a subir de precio, ambos síntomas inequívocos de la recuperación económica. No se preocupa en pensar de qué vamos a vivir dentro de unos años, cuando el turismo se vuelva a ir a Egipto, Croacia, etc.
En fin, que sí, que el panorama no es el mismo que el de la España de la posguerra, pero el problema es que los emigrantes de ahora se van habiéndose invertido en su educación varios miles de euros y lo más probable es que les vaya bien y no vuelvan nunca. Básicamente estamos regalando capital humano y no nos sobra. Señor Dastis, poco más que este baile se merece:
Fuentes: eldiario.es
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