Hoy he sido testigo accidental de una conversación en mi lugar de trabajo. Entre las típicas conversaciones alrededor del café, un par de compañeros, a los que llamaré A y R para mantener el anonimato, conversaban acerca del caso que se está juzgando estos días en Pamplona contra los cinco integrantes de 'la manada' por violación en grupo. Ambos coincidían sin ningún lugar a duda en la barbaridad de los hechos cometidos contra la víctima y en ningún momento han dudado de la veracidad de la denuncia.
Pero han empezado a captar mi atención a medida que analizaban la casuística que pudo llevar a la joven a encontrarse en semejante situación de vulnerabilidad. "A saber lo que iba buscando la chica vacilando con esos cinco", escucho a mis espaldas. De sus labios no sale en ningún momento que la culpa sea de ella, por supuesto, pero sin darse cuenta sí que están insinuando que ella, al ser mujer, ha de tener cuidado al juntarse con según qué gente. Para ilustrarlo, A cuenta una anécdota ocurrida en una cena de Navidad de la empresa en la que él se encontraba presente.
En dicha cena de empresa había 23 empleados. Cuando A y sus acompañantes decidieron que se iban a retirar de la fiesta, le preguntaron hasta en tres ocasiones a la única chica de la sede si quería irse también. Ella contestó que no, que se quedaba con el resto de sus compañeros celebrando. A enfatizaba que los 22 compañeros (varones) estaban ya un poco "tocados" - bueno, y ella también, añade después - y que por eso le parecía que no era el mejor ambiente en el que quedarse sola. Había 23 compañeros de trabajo de fiesta pero curiosamente ella estaba sola.
Poco después, a uno de los compañeros le pareció buena idea aprovechar una de las poses de grupo para hacer retratos e hizo una fotografía por debajo de la falda de la compañera, utilizando para ello el propio teléfono móvil de la susodicha. Obviamente ella se enteró, no sé si al momento o a posteriori al visualizar las fotografías, lo denunció (al menos a nivel de empresa) y el garrulo fue apercibido de despido. Pero es que ella, ya sabía a lo que se atenía quedándose con los compañeros embriagados.
Esta historia, bastante ligera si hacemos caso a todas las fanfarronadas que se escuchan el día después de las cenas de empresa, trasluce claramente el machismo inherente a nuestra sociedad y del que muchos (sobre todo hombres) ni siquiera se dan cuenta. Ninguno de los interlocutores disculpaba las acciones de abuso pero, con este tipo de comentarios, la conversación sí que terminó con una sensación de "si ella no hubiera estado ahí, no le habría pasado nada".
Fijaos hasta qué punto está imbricado el machismo en nuestra sociedad que se da por supuesto que una mujer no pueda estar de cachondeo, bebiendo o no, con sus compañeros de trabajo o en una gran festividad como la de San Fermín, sin exponerse a que le fotografíen la entrepierna, le manoseen o directamente la violen. Hasta qué punto.